viernes, 31 de mayo de 2024

500 viajes a lápiz

 

Unos años atrás vivimos una pandemia que nos dejó marcados de una u otra forma, perdimos amigos, familiares y nos dejó «tocados a otros». Tuvimos que estar unos meses sin poder salir a la calle, llevándolo cada uno como podía. Por mi parte y, siempre buscando el lado positivo de las cosas, retomé el dibujo como vía de escape, (aunque uno nunca lo había dejado, pues siempre está presente en bocetos o esbozos). Recuperé los viejos «Faber-Castell» acuarelables y dibujé hasta que me quedé sin papeles, fue entonces cuando puse color a unas cianotipias que me habían quedado muy claras.

Volví a dejar de lado los lapiceros y al cabo de unos meses los recuperé con más ganas. Fue entonces cuando me propuse viajar durante un tiempo a través de unas minas de color más o menos afiladas. Durante aproximadamente año y medio he viajado a todo tipo de lugares, he tenido la oportunidad de ver los cambios en el paisaje haciendo paradas en las cuatro estaciones, he caminado de noche observando los matices y «la luz» de la oscuridad y he paseado por zonas urbanas deterioradas, todo ello sin necesidad de alejarme de mis blogs de dibujo.

En «viajesalapiz.blogspot.com» están prácticamente todos los dibujos realizados durante todo este tiempo (evidentemente, hay muchos descartados). Ahora, cuando he llegado a la cifra de quinientos paisajes, es momento de parar, recapacitar y pensar en otros objetivos a través del lápiz. En este sentido, no hay mejor manera de expresar todo esto que con el relato que ya «colgué» en este mismo blog hace meses.

Cuando regresaba del trabajo todos los días de camino a casa, veía a lo lejos en una loma, un árbol que le llamaba la atención.

Pasaban los meses y, un buen día decidió aparcar el coche en la cuneta de la carretera para continuar su camino a pie; quería ver aquel árbol de cerca.

Tras dejar todo comenzó su marcha. Campo a través sorteó ríos, desfiladeros y enormes praderas, pasó por algún pueblo que otro y habló con sus gentes…

Los días pasaban y proseguía su viaje, el árbol cada vez estaba más cerca.

La última noche, antes de continuar con el ascenso final, apenas durmió. Al alba sus pasos acompañaban la salida del sol y su sombra guiaba su camino. Por fin se encontraba bajo el gran roble que observaba siempre desde la carretera. Una vez allí miró a su alrededor y reflexionó sobre lo vivido y lo que perdió.

Lo más importante no era el árbol en sí, su sueño era llegar a él, cosa que consiguió, lo realmente valioso fue el viaje, las dificultades, el esfuerzo y las gentes que había conocido durante el trayecto.

Lo primordial no era la meta, sino el camino recorrido.

Summer 0500 Verano


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